7º FESAALP - Día 7

Después de un error de papelea que dió como resultado que nos perdiéramos el Festival Invitado Cine México, terminó siendo una jornada bastante corta la de la última noche del festival. Justamente para cerrar la semana de proyecciones, el FESAALP tiró dos de sus películas más esperadas al asador. La chilena Sal (que llega con tanto deseo de la gente como Diablo) y la Bo-iana El Último Elvis. La primer película, un western moderno, cuenta la historia de un español que deseando darle más valor de experiencia a su propuesta de western termina atrapado en un juego acusaciones y castigos cuando un pueblo, y la mafia radicada en él, lo confunden con un justiciero del pasado (o algo así). Tal vez la mayor debilidad de la película es no concentrarse en una clase de western en especial para elogiar y emular; así quedamos con referencias al spaguetti en algunos planos, personajes fordianos en otros, ambientes que parece sacadas de las 800 balas, y demás. Sin embargo la película paga todo lo que promete y más. Por otro lado, la película de Armando Bo me decepcionó bastante. Desde principios de año había visto los trailers y hasta cierto punto me compró; después de perderla en el BAFICI y en su estreno comercial, esta parecía ser una ocasión especial de victoria. Pero me encontré con una película que perfectamente podría funcionar con casi una hora menos de duración. Los personajes una cruza de chatos con carentes de función; la fotografía genérica y empastada (aunque me dicen que el proyector puede haber tenido algo que ver); y una historia que se vuelve difícil saber si valía la pena ser contada o escuchada. La fecha cerró con la Pantalla Abierta. Una suerte de Mystery Science Theatre 3000 o a la experiencia de proyección de Rocky Horror Picture Show, The Room, Birdemic, y demás películas cuyo su aprecio nace de la burla. En este caso eran cortos los proyectados, y si bien daban para una gran variedad de situaciones a enfrentar a la larga se volvía tedioso lo repetitivo y predecible de estos. En resumen, un día de cosas buenas, cosas malas y cosas tan malas que eran buenas.
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Anteúltima y de las más cortas jornada del Festival. Con los festejos de la primavera los horarios se corrieron un poco y como ya era un poco tarde para el mate (todavía no se por qué no consideramos la opción birra) arrancamos para lo que sería un día de puras competencias de largos, habiendo tenido que volver a priorizar por cuestión de horarios. En la repartición me tocó LAS MALAS INTENCIONES, película de coproducción peruana y argentina que prometía buenos resultados. Retratando el universo de la niñez de la clase alta en los ’80, la película expresa la psicología infantil de Cayetana, una niña que sueña con ser héroe, al mismo tiempo que enfrenta la espera de un nuevo hermano. A pesar de tener una fotografía no muy notable pero si bastante funcional, el guión y las actuaciones, en especial de la joven protagonista, se llevan los aplausos. Al salir sentí una sensación de satisfacción pero también de que los candidatos más fuertes ya habían pasado en días anteriores. Esperemos que igualmente se estrene comercialmente para aumentar su difusión.
 Y después hizo su aparición EL ÚLTIMO ELVIS, película muy esperada y que trajo mucha audiencia al Festival. Personalmente había puesto muchas expectativas en esta película, tal vez por las críticas que había oído anteriormente, además de la difusión que se le había dado. Lamentablemente no cumplió con esas expectativas. La historia parecía perder unidad por momentos, contando con escenas muy poco justificadas en su existencia, además de una fotografía más bien sencilla. Una vez más, la actuación del protagonista es lo más significativo de este largometraje. Ya habiendo sido estrenada comercialmente, estarán más de acuerdo que yo. O no. Acá estamos abiertos a una amigable charla acompañada con cervezas, de ser necesario (de ser necesaria la charla, las cervezas son indiscutibles).
Fuera totalmente de competencia y hasta tal vez de razón de ser, vió la luz la dichosa PANTALLA ABIERTA. Con tímidos acercamientos de la gente hacia el Hostel Frankville, lugar muy lindo, por cierto; nos adentramos en el siempre necesario “encuentro cercano” con lo bizarro. Mal que me pese, la velada estuvo plagada de aportes de compañeros facultativos (a los que no voy a incendiar, como corresponde, pero que sí hablaré personalmente para evaluar una vez más sus facultades mentales) y de pares de experiencias audiovisuales de la gilada que intenta incursionar en este arte cada vez más generoso, todo en formato de cortomeraje. No hay mucho más que decir, sólo que pasamos un rato muy divertido y hasta nos llevamos un recuerdito a casa. Ojalá que esta movida siga en las próximas ediciones y ya estaremos pensando en mandar cualquier práctico que estaba archivado, con la esperanza de que al menos aparezca en esta humilde sección del Festival.

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